Por supuesto, la sensación de amenaza es absoluta (casi en un paralelo teológico): el temor místico aquí es el de un misticismo de programa. Ya no se trata del temor de una agresión avatar, sino directamente de una falla en el software. O de un virus informático. Cada avatar sabe perfectamente que su ADN es información digital. Que los programadores son la especie más peligrosa. Por lo tanto, podemos observar una expansión sostenida de filosofías existenciales de caracter estoico.